pedacito de cielo
Ayer caminaba a la orilla del lago en Banyoles y encontré un pedacito de cielo en la tierra. Estaba entre medio del pasto, un poco cubierto de polvo, semillas y hojas. Sin hacer mucha pretensión permanecía sigiloso bajo los arboles. No recuerdo bien si yo lo encontré o el me encontró a mi, pero luego de de varios pasos, miradas y dudas lo tomé en mis manos y lo llevé a dar un paseo.
Durante la caminata lo limpié y observé atentamente. Luego de un tiempo quise devolverlo al cielo -para que volviera a donde pertenece- pensaba. Apunté hacia arriba y como si el viento hubiese sabido de mis intenciones sopló y me ayudó a elevarlo bien alto. Tan alto voló que en un par de segundos desapareció de mi vista.
No se porque, pero aún siento en mí la dicha de haber tenido un pedacito de cielos en mis manos. Tal vez ese regocijo surge en lo espontáneo de este encuentro, en el privilegio de haber tenido momentáneamente algo que no todos pueden tener, o quizás simplemente por haber tocado algo que es tan inmenso y tan frágil a la vez.
Me quedo con el recuerdo de un encuentro sencillo, de la suavidad con que se posó en mi mano y de la sutileza de su retorno al cielo.
Ayer caminaba a la orilla del lago en Chiscaihue y encontré un pedacito de cielo en al tierra.